El juicio de Dios
El juicio de Dios
Hoy, la justicia humana en muchos casos se dice que cojea, en otros es injusta y condena al inocente; dejando en libertad al culpable, mientras que en otras el culpable no paga el precio de lo que en realidad debe pagar por su delito.
El ser humano puede escapar a la justicia humana, puede esconderse y engañar a jueces y magistrados de altas cortes, puede cambiar su identidad o marcharse lejos y nunca ser capturado ni condenado. Pero hay uno del cual no puede esconderse.
Juicio:
Heb. Generalmente mishpât, "decisión", "derecho", "justicia". "ordenanza";
Gr. Generalmente kríma, "sentencia judicial"; y krísis, "acto de juzgar" ; "ejecución de una sentencia".
Este término puede referirse a diferentes aspectos de un juicio.
a) Puede referir al proceso de juzgar (Dt. 1:17; Is. 28:6; Mal. 3:5),
b) La decisión judicial (Dt. 16:18)
c) La sentencia (Ap. 17:1)
d) Las decisiones de Dios como las expresa su voluntad revelada (Sal. 19:9)
e) La justicia en sí (ls. 1:17)
f) La ejecución de una sentencia previamente definida (Jer. 51:9; Ap. 19:2).
Día de expiación, una ilustración del juicio divino
El 10º día del mes 7o (Etanim* o Tishri), el más solemne del año. En ese día todo miembro del pueblo de Israel no sólo debía abstenerse del trabajo, sino también afligir su alma (Lv. 23:27-32). Esto probablemente incluía el ayuno, ya que en tiempos del NT es evidente que se habla de este día como el del "ayuno" (Hch. 27:9). En él todos los pecados del año precedente eran finalmente eliminados en la ceremonia de la purificación del santuario (Lv. 16). Cuantos en ese día no afligían su alma eran cortados de Israel (23:29).
El Día de la Expiación era para los judíos un día de juicio. Como lo describe su tradición posterior, todos eran juzgados el día de Año Nuevo, pero los que no eran notablemente buenos o desesperadamente malos tenían 9 días de gracia, hasta el Día de la Expiación, antes de que su suerte se sellara definitivamente (Talmud, Rosh Hashanah 16a).
El juicio de Dios:
En la Biblia se presenta frecuentemente el concepto de que Dios entra en juicio con los habitantes de la tierra. Enoc, "séptimo desde Adán", presentó al Señor viniendo para ejecutar juicio sobre todos (Jud. 14, 15). Isaías describió a Dios al venir con fuego para hacer juicio (Is. 66:15, 16), y el profeta Jeremías describe el momento majestuoso en que "Jehová rugirá desde lo alto" y "tiene juicio contra las naciones" (Jer, 25:30, 31). Daniel previó el tiempo cuando "el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos" (Dn. 7:10), y en lenguaje místico Joel profetizó que Dios se sentará "para juzgar a todas las naciones de alrededor" (Jl. 3:12; vs 13-16).
Con frecuencia Jesús se refirió al juicio final. Declaró que las antiguas Sodoma y Gomorra serían tratadas con más lenidad en el juicio por rechazar la luz que tuvieron, que las ciudades de sus días que lo habían despreciado (Mt. 10:11, 14, 15); y que las ciudades paganas de Tiro y Sidón recibirían una condenación menor que Corazín, Betsaida y Capernaum, que lo rechazaron (Lc. 10:13-15). Afirmó que los hombres darán cuenta de "toda palabra ociosa" en el juicio (Mt. 12:36; 16:27; 24:30, 31; 25:31-46; Mr. 8:38; Lc. 9:26; etc.).
Pablo declaró que Dios ha designado un día en que juzgará al mundo (Hch. 17:31). Predicó del juicio venidero a Félix con tanta convicción que el procurador romano tembló (24:25). Mostró que la convicción de un juicio futuro se encuentra implantada en la conciencia humana (Ro. 1:32; 2:14- 16), y que para los malos la perspectiva de un juicio futuro es temible (He. 10: 26, 27). Pedro notó que tanto los ángeles malos como los impíos están reservados para el juicio (2 P. 2:4, 9; 3:7; Jud. 6). Los santos han de participar en el juicio de ellos (1 Co. 6:2, 3).
Ninguno puede escapar del juicio, porque todos deben comparecer ante "el tribunal de Cristo"; y las decisiones del juicio estarán basadas en lo que "cada uno... haya hecho mientras estaba en el cuerpo" (2 Co. 5:10; Mt. 7:16-20; Ap. 20:13). La norma del juicio es la "ley de la libertad" (Stg. 2:12; cf vs 8-11). El juicio de Dios será justo (Ro. 2:5; 2 Te. 1:5; cf Gn. 18: 25; Sal. 19:9), decisivo y de consecuencias eternas (He. 6:2; 9:27). En el juicio la vida entera estará abierta ante Dios (Ec. 12:13, 14; Lc. 12:2).
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