El secreto del poder
LA ORACIÓN, EL SECRETO DEL PODER
"En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios." Luc. 6: 12.
Leemos en Lucas acerca de Cristo: "En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios" (cap. 6: 12). Los hombres del mundo a menudo pasan noches enteras trazando planes a fin de asegurarse el éxito; Jesús también pasó muchas noches en oración. Estuvo a solas con su Padre, buscándolo fervientemente, con fuertes clamores y lágrimas. Parecía estar en dolorosa agonía. ¿Por qué le ocurría esto? Había venido a su viña para demandar lo que le pertenecía, pero fue rechazado y maltratado. Entonces, ellos [sus enemigos] trazaron planes para crucificarlo. Era asediado constantemente por los instrumentos satánicos. La resistencia mostrada por los sacerdotes y gobernantes hacia su obra correspondía con las convincentes evidencias de su divinidad. Tenían celos de El porque poseía un poder que atraía a la gente. Su lengua era como la pluma de un hábil escritor. Era la fuente misma del conocimiento, y sus parábolas e ilustraciones hacían clara la verdad a los que no poseían educación. Bajo su enseñanza, los que no podían aprender la verdad por medio de los libros, podían aprenderla de la naturaleza.
Pero aquellos a quienes les habían sido confiados los oráculos de Dios para que pudieran ser fieles expositores de las Escrituras, rechazaron y negaron al Maestro enviado del Cielo. Cristo vio que su espíritu y principios eran totalmente contrarios a las Escrituras. Vio que la Palabra de Dios había sido mal interpretada y mal aplicada. Vio cuán difícil sería instruir a la gente para que leyera correctamente las Escrituras, debido a que sus maestros se las leían a la luz de su juicio pervertido. ¿Qué podía hacer para ablandar y subyugar su corazones? Esta era la carga que presentaba en oración.
El pueblo judío podría haberse arrepentido si así lo hubiera querido, pero sus integrantes estaban vestidos con la ropa de su justicia propia. Sostenían ser los descendientes de Abrahán y consideraban como propia toda promesa hecha a Israel. Pero el Israel de Dios está formado por aquellos que se convierten, no por los que son descendientes de Abrahán. "¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la Palabra de Dios" (Rom. 3: 1, 2). "Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en la letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios" (cap. 2: 28, 29) (Manuscrito 31, del 7 de marzo de 1898, "Los suyos no lo recibieron"').
Tomado del libro "Alza tus ojos" 7 de marzo