Sec1 El matrimonio anticipo
Sección 1—El Matrimonio—un Anticipo del Cielo
El calor de la verdadera amistad y el amor que une los corazones del esposo y la esposa, es un goce anticipado del cielo.
Dios ordenó que haya perfecto amor y armonía entre los que contraigan matrimonio.
Que el esposo y la esposa se comprometan en la presencia del universo celestial a amarse el uno al otro como Dios lo ordenó. En Lugares Celestiales, 204. [11]
El hombre no fue creado para que viviese en la soledad; había de tener una naturaleza sociable. Sin compañía, las bellas escenas y las encantadoras ocupaciones del Edén, no hubiesen podido proporcionarle perfecta felicidad. Aun la comunión con los ángeles, no hubiese podido satisfacer su deseo de simpatía y compañía. No existía nadie de la misma naturaleza y forma a quien amar y de quien ser amado.
Dios mismo dio a Adán una compañera. Le proveyó de una “ayuda idónea para él”, alguien que realmente le correspondía, una persona digna y apropiada para ser su compañera y que podría ser una sola cosa con él en amor y simpatía. Eva fue creada de una costilla tomada del costado de Adán; este hecho significa que ella no debía dominarlo como cabeza, ni tampoco debía ser humillada y hollada bajo sus plantas como un ser inferior, sino que más bien debía estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida por él. Siendo parte del hombre, hueso de sus huesos y carne de su carne, era ella su segundo yo; y quedaba en evidencia la unión íntima y afectuosa que debía existir en esta relación. “Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la sustenta y regala”. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y allegarse ha a su mujer, y serán una sola carne” Efesios 5:29; Génesis 2:24. [12]
Dios celebró la primera boda. De manera que la institución del matrimonio tiene como su autor al Creador del universo. “Honroso es en todos el matrimonio” Hebreos 13:3. Fue una de las primeras dádivas de Dios al hombre, y es una de las dos instituciones que, después de la caída, llevó Adán consigo al salir del paraíso. Cuando se reconocen y obedecen los principios divinos en esta materia, el matrimonio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su naturaleza física, intelectual y moral”.
Al unir en matrimonio las manos de la santa pareja diciendo: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24), dictó la ley del matrimonio para todos los hijos de Adán hasta el fin del tiempo. Lo que el mismo Padre eterno había considerado bueno era una ley que reportaba la más elevada bendición y progreso para los hombres. [13]
Haga que el Romance Perdure a Través de la Vida Matrimonial
No debierais decir una palabra ni realizar acción alguna que no quisiérais los ángeles viesen y anotasen en los libros del cielo. Debéis procurar sinceramente glorificar a Dios. Vuestro corazón debe tener únicamente aspectos puros, santificados, dignos de quienes siguen a Cristo, que sean de índole elevada y más celestial que terrenal. Cuanto difiere de esto degrada el noviazgo; y el matrimonio no puede ser santo y honroso a la vista de un Dios puro y santo, a menos que concuerde con los elevados principios de la Escritura.
Permitid que algunas de las horas del galanteo antes del matrimonio, continúen a lo largo de la vida matrimonial.
“Si Jehova no Edificare la Casa” Salmos 127:1
Los que piensan en casarse deben pesar el carácter y la influencia del hogar que van a fundar. Al llegar a ser padres se les confía un depósito sagrado. De ellos depende en gran medida el bienestar de sus hijos en este mundo, y la felicidad de ellos en el mundo futuro. En alto grado determinan la naturaleza física y moral de sus pequeñuelos. Y del carácter del hogar [14] depende la condición de la sociedad. El peso de la influencia de cada familia se hará sentir en la tendencia ascendente de la sociedad.
La elección de esposo o de esposa debe ser tal que asegure del mejor modo posible el bienestar físico, intelectual y espiritual de padres e hijos, de manera que capacite a unos y a otros para ser una bendición para sus semejantes y una honra para su Creador.
Jesús no empezó su ministerio haciendo alguna gran obra delante del Sanedrín de Jerusalén. Su poder se manifestó en una reunión familiar, celebrada en una pequeña aldea de Galilea, para aumentar el placer de una fiesta de bodas. Así demostró su simpatía por los hombres y su deseo de contribuir a su felicidad.
El que creó a Eva para que fuese compañera de Adán realizó su primer milagro en una boda. En la sala donde los amigos y parientes se regocijaban, Cristo principió su ministerio público. Con su presencia sancionó el matrimonio, reconociéndole como institución que él mismo había fundado.
Sólo la presencia de Cristo puede hacer felices a hombres y mujeres. Cristo puede transformar todas las aguas comunes de la vida en vino celestial. El hogar viene a ser entonces un Edén de bienaventuranza; la familia, un hermoso símbolo de la familia celestial.
Edson fue el segundo de los cuatro hijos de Elena G. de White. Debido a sus largos viajes y otras responsabilidades que desempeñó en su ocupada vida, ella tuvo que estar lejos de sus hijos. Se ha preservado una amplia colección de sus cartas a ellos. La que se incluye a continuación la escribió a Edson y Emma en 1870, poco después del matrimonio de ellos, y representa las esperanzas y oraciones de una madre por el hogar que acababa de establecerse. El consejo muestra el cuidado de una madre amorosa por su hijo, pero lleva también la dimensión adicional de su propia experiencia en la recepción de mensajes divinos procedentes del Señor a través de visiones. [15]
Septiembre de 1870
Congreso Campestre
Clyde, Ohio
Queridos Edson y Emma:
Vosotros, hijos míos, os habéis entregado el corazón el uno al otro. En forma unida, entregadlo ahora enteramente y sin reservas a Dios. En vuestra vida matrimonial buscad la forma de elevaros el uno al otro. Mostrad los principios elevados y ennoblecedores de vuestra santa fe en vuestras conversaciones cotidianas y en la intimidad de vuestras vidas. Sed siempre cuidadosos y de sentimientos tiernos el uno para con el otro. No os permitáis ninguna censura irónica o burlona del uno hacia el otro, ni aun en forma de juego. Son peligrosas; lastiman. La herida puede quedar disimulada, y sin embargo existir, con lo que se sacrifica la paz y se arriesga la felicidad.
Hijo mío, contrólate de tal modo que en ningún caso manifiestes la más mínima actitud que pueda interpretarse como proveniente de un espíritu dictatorial y abusivo. Habrá recompensa en vigilar tus palabras antes de pronunciarlas. Esto es más fácil que intentar retirarlas una vez pronunciadas o borrar la impresión que ellas provocaron. Habla siempre amablemente. Modula el tono de tu voz. Que tu rostro y tu voz expresen solamente amor, caballerosidad y suavidad. Propónte esparcir rayos de luz, pero nunca permitas una nube. Emma será todo lo que tú puedas desear si eres cuidadoso y si no le das ocasión para sentirse perturbada, atribulada o para que dude de la genuinidad de tu amor. Vosotros mismos podéis construir vuestra felicidad o echarla a perder. Podéis edificarla tratando de conformar vuestras vidas a la Palabra de Dios, de tal modo que sean íntegras, nobles, elevadas, y suavicen el sendero de la vida del uno para con el otro.
Estad dispuestos a ceder el uno al otro. Edson, muéstrate dispuesto a ceder en algunas ocasiones. No seas insistente, aun cuando tu conducta te pueda parecer la correcta. Debéis estar dispuestos a ceder, a soportar, ser amables, tiernos de corazón, compasivos, corteses, manteniendo siempre la frescura de las pequeñas cortesías de la vida, de los actos tiernos, de las palabras tiernas, animadas y estimulantes. Que las mejores bendiciones del cielo puedan descansar sobre vosotros dos, mis queridos hijos, es la oración de vuestra madre.
Ellen G. White,
Carta 24, 1870 [16]
El Matrimonio es como el Amor de Cristo por Su Pueblo Elegido.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se emplea el matrimonio para representar la unión tierna y sagrada que existe entre Cristo y su pueblo, los redimidos a quienes él adquirió al precio del Calvario. Dice: “No temas... porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado”. “Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo” Isaías 54:4, 5; Jeremías 3:14. En el Cantar de los Cantares oímos decir a la voz de la novia: “Mi amado es mío, y yo suya”. Y él “señalado entre diez mil” dice a su escogida: “Tú eres hermosa, amiga mía y en ti no hay mancha” Cantares 2:16; 5:10; 4:7.
La Vida Matrimonial es Cada Vez Mejor
Hombres y mujeres pueden alcanzar el ideal que Dios les señala si aceptan la ayuda de Cristo. Lo que la humana sabiduría no puede lograr, la gracia de Dios lo hará en quienes se entregan a él con amor y confianza. Su providencia puede unir los corazones con lazos de origen celestial. El amor no será tan sólo un intercambio de palabras dulces y aduladoras. El telar del cielo teje con urdimbre y trama más finas, pero más firmes, que las de los telares de esta tierra. Su producto no es una tela endeble, sino un tejido capaz de resistir cualquier prueba, por dura que sea. El corazón quedará unido al corazón con los áureos lazos de un amor perdurable”.
Amar como Cristo amó significa manifestar altruismo en toda ocasión y en todo lugar, mediante palabras amables y miradas placenteras. A los que las otorgan no les cuestan nada, en cambio dejan detrás una fragancia que envuelve el alma. Su efecto nunca puede ser debidamente estimado. No son solamente una bendición para quien las recibe, [17] sino también para el dador, porque reaccionan sobre él mismo. El amor genuino es un precioso atributo de origen divino, que aumenta en fragancia en la medida en que se lo dispensa a otros.
El amor de Cristo es profundo y ferviente, y fluye como un torrente incontenible a todos aquellos que lo aceptan. No hay egoísmo en su amor. En este amor nacido del cielo hay un principio que permanece en el corazón y que se dará a conocer, no solamente a aquellos a los cuales consideramos más queridos en la relación sagrada, sino a todos aquellos con los cuales entramos en contacto. Nos impulsará a expresarlo en pequeños actos de cortesía, a hacer concesiones, a realizar actos amables, a hablar palabras tiernas, veraces y animadoras. Nos impulsará a simpatizar con aquellos cuyos corazones sienten hambre de simpatía. [18]